Son las ocho de la noche, suenan las campanas y cae la cortina metálica de un negocio. Veo pasar la silueta de una mujer que cierra la ventana en un balcón. Un viejo está paseando a su perro. Va con una mano en el bolsillo y en la otra lleva la correa. El perro se agacha cerca de un árbol y se pone a cagar. El viejo mira para otro lado. Un chico gira con su monopatín alrededor de las mesas. Sus padres toman cerveza y fuman y hablan como patos.
―¿Cuac? ¿cuac?
―Cua ¡cuack!
―cuá cuá cuak¡
Hay manchas oscuras que suben y bajan las escaleras de la iglesia. Una mancha con panza y bastón y otra mancha a su lado que la agarra de un codo y la ayuda a subir. Otra mancha flaca baja corriendo. En otra mesa hay un tipo y una mina sentados. Se ve por los gestos que el tipo se manda la parte. Hace chistes con el mozo como si fueran viejos colegas. Al mismo tiempo se preocupa porque su chica tenga siempre el vaso lleno de cerveza.
Pasa un rato y el chico sigue dando vueltas en el monopatín, los padres siguen siendo patos, ¿Qué se yo qué voy a hacer? Me acordé del hombre que se perdía entre las cosas.