sábado, septiembre 17, 2005
en el auto
Los árboles se repetían sobre la montaña formando un plano verde y gris. La montaña se veía con toda su piedra color manteca resquebrajándose hacia la cima. Las casas de la ciudad estaban hechas con la piedra de esta cantera. La cantera se detuvo por decisión judicial una vez que el espectáculo fue tan grotesco que ya no se pudo mirar hacia otra parte. Quedaba feo. Fue como si la hubieran bombardeado durante una semana. Se la habían comido las ratas topadoras, cada noble ciudadano se había masticado un pedazo de montaña para restaurar el piso, ampliar la casa de fin de semana o levantar un paredoncito en el patio. Ahora era todo resaca. Las máquinas enormes esperaban cubiertas de polvo. Se oxidaban. Dibujaban esqueletos en el cielo con sus miembros rígidos.