sábado, mayo 28, 2011

Dia de la Patria

25 de mayo, año 2011, día de la patria, feriado nacional. Camino por diagonal 74 en dirección a Plaza Moreno. El sol tibio y el aire frío en la cara como quilla avanzando en el agua. Las hojas secas de los árboles por el piso haciendo ruido entre mis pies. Hay poco movimiento en la calle a causa del feriado. Las cortinas metálicas de los negocios pintadas con aerosol. Una calavera y abajo “Me Arte”.
Freno en una esquina, pasan autos, cambia el semáforo y empiezo a cruzar. A mi izquierda veo un tipo flaco, con un buzo largo, oscuro y manchado, tirando de un carro. Una mujer, ¿su mujer?, también flaca y con cara de cansada, camina a su lado.
Van por la calle con un nene metido en el carro. El nene se asoma por una especie de ventana entre cartones y chatarra. Entre las manos le da vueltas a unos anteojos de sol con las patillas quebradas. Los examina y se los prueba. Tendrá… ¿tres años?
Vamos juntos cruzando la bocacalle y otro pibe -¿7 años?-, me pasa por la derecha, sube a la vereda y va revisando la basura como un perro explorador. Entonces se oye el ruido del plástico barato golpeando y rebotando contra el asfalto y la voz de una nena que dice: ¡lo tiró! ¿Mamá? ¡Lo tiró! Pero nadie contesta.
Vuelvo a mirar a la izquierda, hacia el lugar de donde viene la voz. Me adelanta una nena -¿9 años?- empujando un cochecito de bebé destartalado con un niño o una niña adentro. La nena me mira y sonríe con los dientes manchados y por dios que no puedo dejar de pensar en zombis, escalofríos, muertos vivos.
Y así vamos, todos seguimos nuestra larga marcha hacia el centro de la ciudad y nos olvidamos de esos putos anteojos de sol baratos y su ruido a carcaza vacía cuando golpea el asfalto y rebota. La mujer sube a la vereda con un celular pegado a la cara, sus pelos largos y sucios, se sienta en el escalón de una puerta, muy tranquila como si fuera el sillón del living.
El hombre la espera, junto al cordón de la vereda y recién ahí es cuando me acuerdo de ellos. Bajo la cabeza mientras paso pero ¡epa! ¡epa! ¿a dónde vas? Me dicen las tripas y la voz del hombre me llama: ¿una moneda señor? ¡Plaf! Me acerco al tipo revolviendo en el bolsillo la mierda y ya no puedo escaparme del recuerdo de aquella otra escena de meses atrás.
Yo volvía a casa rampante y contento, no sé por qué, y justo en la puerta no va que un nene me estira la mano, el mismo nene que ahora va en el carro. Saco sin pensarlo una moneda y la tiro para que de vueltas, la suelto con gracia, sonriendo, para que haga esa pausa en el aire girando cara o ceca cara o ceca y finalmente caiga en su mano chiquita y el nene sonría y todos aplaudan y el show continúe.
Pero no. El nene reacciona tarde, o yo no le doy tiempo, pone cara de susto y la moneda se le escapa entre las manos. La mujer aparece de la nada, se me viene encima hecha una furia, con cara triste y bronca me dice: ¡eeeeehh! ¡Muchaaaacho! Así noooo¡¡ por favor¡¡¡. Mientras el nene busca la moneda por el piso y yo no sé cómo explicarle que tengo mucha imaginación, mucho cine, mucha novela, que no quise, que no fue mi intensión, yo quería la escena perfecta un impulso ¡bah! ¡Puta mierda! Pido perdón, bajo la cabeza y corro a mi cucha al final del pasillo con la cola entre las patas.

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